San Faustino

El P. Faustino desde muy joven descubre la importancia de ayudar a los demás a crecer como personas, a vivir con ilusión y a adquirir la dignidad de hijos de Dios. Por su vocación calasancia sintoniza con los niños y a ellos les transmite la cultura y la fe.

En su familia aprendió el valor de la solidaridad. Su padre curtía la piel y tenía trabajadores a su cargo a los que trató siempre como de la familia. El pequeño Manuel vive esta actitud: ayuda a su padre en el campo y con el ganado,  echa una mano a sus vecinos de la aldea,  explica a sus compañeros en la escuela, etc.

Terminado el tiempo de permanencia en la escuela municipal y manifestando sus deseos de ser sacerdote, cursa Latín y Humanidades durante cuatro años en el famoso Santuario de los Milagros, situado en el distrito de Maceda a unos 35 Km de Acebedo del Río.  En aquella época era el centro religioso más importante de la diócesis de Orense.

 

Sacerdote escolapio

El joven Míguez, se sintió llamado por Dios a la vida religiosa, concretamente en la Escuela Pía. Celebró su primera Misa solemne en la Iglesia de S. Fernando el 19 de marzo, festividad de S. José, de 1.856. Quedó incorporado a la comunidad de dicho colegio donde inició su actividad  docente.

 

Maestro

Es un educador fiel a su fundador, José de Calasanz. Está convencido de que  la  forma de renovar la sociedad desde su misma base y a la vez conseguir la felicidad humana es desde  una educación sincera. Su tarea educativa está marcada por el lema calasancio Piedad y Letras.

El P. Faustino va forjando en cada uno de los niños y jóvenes el hombre que llevan dentro. Les enseña a superarse, a luchar contra el egoísmo y la falta de personalidad. Por eso, se las ingenia para que en sus clases los niños vayan descubriendo a Dios a la vez que amplían su ciencia. Les abre horizontes de cultura.

Su celo por la promoción humano-cristiana de los niños le hace estar atento a los cambios esenciales de la sociedad de su tiempo. Le interesa todo el entorno de los pequeños, su ambiente familiar, la situación social y económica, la ciudad donde vive, las compañías, diversiones, etc.

 

Científico

Desde pequeño, Manuel, había tenido la gran afición de coger y conservar plantas y observar sus cualidades. El nogal, la ruda, el helecho, manzanilla, hierba luisa, romero, diente de león… eran para él familiares.

Años más tarde, en su afán de ser útil para el pueblo acepta la petición del Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda de analizar las aguas, que según las gentes del lugar tienen poderes terapéuticos. Nunca perdió de vista que este estudio lo hacía como servicio a la humanidad doliente a la que podía servir por su gran utilidad. Esto le acreditó ser nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad.

Llevado por su afán de remediar los males de su entorno, empieza a elaborar medicinas que dará a las personas que acuden a él pidiéndole ayuda.

Trataba a los enfermos con gran delicadeza e incluso daba las instrucciones oportunas para aplicar las medicinas logrando excelentes resultados:

Fundador

Su  mirada, profunda y penetrante a todo el acontecer humano y su ardiente amor a la educación, le lleva a descubrir una nueva necesidad humana. Y también ahora, como en otras situaciones,  va a intentar responder. En Sanlúcar de Barrameda se encuentra, a simple vista, con el analfabetismo femenino y desde una mirada más profunda, descubre y palpa la marginación de la mujer. Faustino Míguez no sólo contempla esa realidad educativa de carencia y se queda ahí, sino que sin tener gestos demagógicos, analiza las causas de la misma:

  • falta de centros educativos
  • preferencia masculina a la hora de la admisión a los centros existentes
  • proliferación de las «escuelas de amigas». En ellas se recoge a las niñas, pero a los ojos, llenos del Espíritu, de este hombre, no se les da la formación adecuada.

El P. Faustino al ver esta carencia se siente urgido a colaborar para remediarla.  Se le despierta el deseo de promocionar a las niñas ofreciéndoles toda la educación necesaria para hacerlas mujeres y madres de familia que sean útiles a la sociedad.

Dirige espiritualmente a Catalina García, que tiene en su casa una «escuela de amigas». El P. Faustino colabora en ella, al terminar su labor educativa en el colegio de los padres escolapios, explicando algunas asignaturas y dando una sólida formación cristiana.

En 1884 el Cardenal Arzobispo de Sevilla, Fr. Ceferino González, visita pastoralmente la ciudad. Conoce la escuela de amigas en la que colabora el P. Míguez y las señoritas que la dirigen, Catalina García y Francisca Martínez, le exponen su deseo de ser religiosas. El Señor Cardenal intuye lo que Dios quiere del P. Faustino y le anima a tomar en sus manos el germen de una gran obra del Espíritu para la Iglesia.

Así  funda en la Iglesia una nueva Congregación de religiosas educadoras que al estilo de José de Calasanz se preocupan de acompañar a las niñas, como verdaderas madres, en todo lo que se refiere a su formación integral.  Plasma en las Constituciones de la Obra incipiente los fines y medios necesarios para la santificación de sus miembros. El P. Faustino, como fundador, sigue siempre cercano a las religiosas, formándolas, guiándolas y ayudándoles en su ministerio educativo. La Iglesia aprueba la Congregación el día 2 de enero de 1885.

Algunas mujeres sienten la llamada de Dios atraídas por este servicio de amor a la humanidad e impulsadas por el Espíritu. En abril de 1885 se incorpora Angeles González León, que será pieza clave en la Congregación. Es una maestra de Sevilla  que llega a Sanlúcar para ser la  directora. Se abre entonces una escuela de enseñanza primaria elemental y superior para niñas y adultas en un local alquilado de la calle Carril de S. Diego.

La Congregación verá pronto su extensión: Chipiona, Getafe, Monóvar, Daimiel,  Monforte, Alicante, etc. Y más tarde, se abren casas en otros continentes: América, África .

Las Hijas de la Divina Pastora, Calasancias, van a ser en la Iglesia colaboradoras con el Maestro en la tarea de formar al hombre y la mujer como miembros útiles de la sociedad.